Escrito por Pablo A. Giovine
La
vista desde el techo de aquellos depósitos era extraordinaria. Al este podían
verse aún los últimos fulgores del ocaso. Vincent no podía dejar de observar;
pronto, las estrellas saldrían y se completaría el cuadro. Podía ver más allá
de los muelles la larga fila de autos que se dirigían a los puentes que
conectan Manhattan con New Jersey por encima del Hudson. De improviso unos
bocinazos cortaron la calma que se respiraba en el lugar, probablemente alguien
había dejado su coche mal aparcado impidiendo la salida a otro. Pasó pronto. La
calma regresó.
Vincent
escudriñó los alrededores, acercándose prudentemente al borde de la azotea para
asegurarse que no hubiera nadie abajo que pudiese verlo. Decidió ir al encuentro
de Catherine, a su apartamento. Seguramente ella ya había regresado de la Oficina de la
Fiscalía. Hacia casi una semana que no la veía, dado que trabajaba en dos casos
al mismo tiempo, por lo que los días se le hacían interminables. ¡Largos se
hacían también para él! No podía dejar de pensar en ella si no estaban juntos.
¡Los minutos se transformaban los siglos!
Mientras
bajaba por una de las tuberías de desagüe amuradas a la pared oyó un murmullo.
Apuró el descenso y se ocultó detrás de unos botes de basura. Asomándose, podía
ver una figura más allá de la bruma vaporosa que comenzaba a levantarse. Era un
joven de unos veinticinco o veintiséis años que parecía esperar a alguien más.
Llevaba puesta una chaqueta de cuero marrón, blue jeans blancos y calzado
deportivo. Vincent pensó para sí: ‘Otro
retraso... voy a tener que esperar que se vaya’. Se sentó contra la pared y
en absoluto silencio se dispuso a aguardar.
Pasaron
veinte minutos y la cosa seguía igual. Ahora el muchacho tarareaba algo para entretenerse,
Vincent conocía la pieza, una marcha de Souza, por lo alegre. De pronto
se oyeron pasos que se acercaban. La música cesó. Dos hombres entraron en el
callejón y caminaban en dirección al joven.
-¡Hey, aquí esta
nuestro amigo!- masculló uno de ellos.
-¡Vaya viejo, sí
que eres puntual!- le dijo el otro con tono de mofa- ¡Si hubiésemos sabido que
ya estabas aquí, no habríamos cruzado todas las señales en rojo! ¿Verdad,
Harry?
El joven se
despegó de la pared sobre la que se apoyaba y se irguió tratando de darse
ánimos.
-Acabemos con esto.
-dijo mientras buscaba en el bolsillo interior de la chaqueta- ¿Podré liberarme
de ustedes hoy? ¿Si?
-No tan rápido,
viejo, quiero ver lo que tienes ahí... –tomó un envoltorio que el joven le
tendió, Vincent vio que era un pañuelo de seda, por el brillo de la tela.
-...Una
gargantilla, cuatro anillos, un broche de oro, dos pares de pendientes...
¡Buena cosecha!
-¡Tu mamá sí que
tenia buen gusto!- dijo el otro mientras tomaba las joyas que Harry le pasaba.
Admiro los anillos a la luz.
-Ya tienen lo que
querían, me voy...
-Aún no…- dijo
Harry mientras empujaba al joven contra la pared- podrías... quizá... traernos
algo más ¿No?
-¿Más?- dijo el
joven, con miedo creciente- Vacié la caja del banco, ya no… -el otro tipo había
sacado una navaja automática del bolsillo. La cosa se ponía fea.
-¡Yo cumplí con
ustedes! ¡Ahora déjenme en paz!
-¡Tú no harás
nada!- gruñó Harry mientras envió al joven contra la pared de un empujón,
apretándolo contra ella con el antebrazo sobre el cuello, por lo que el
muchacho comenzaba a asfixiarse. Sus pies casi no tocaban el piso.
-¡Creo que te llego
la hora! -dijo el hombre de la navaja haciendo brillar el filo, riéndose -Creo
que hoy te toca ir a ver a papá al cielo- de pronto se oyó detrás de
ellos un rugido formidable, oculto en la oscuridad del callejón alguien se
acercaba rápidamente...
-¡Qué diablos!-
grito el hombre del cuchillo mientras se daba la vuelta, en ese momento sintió
que lo tomaban por el brazo con una fuerza extraordinaria y que lo arrastraban
hacia la oscuridad. Al instante se oyó el sonido de algo que se desgarra
violentamente. Un grito desesperado...
luego el ruido tintineante de la navaja que rodaba por el piso y después,
completo silencio.
-¡Johnny! ¡¿Qué pasa?!
¡Contéstame! Maldición, regresa aquí.- Harry empezaba a ponerse lívido, intentó
darse la vuelta sin dejar de hostigar al joven.
-¡Suéltalo!- gritó
una voz grave, sin ningún matiz especial, desde la oscuridad.
-¡¿Quién cuernos
eres?!- inquirió furioso Harry tratando de distinguir de donde venía la voz.
-¡Tu enterrador,
sino lo sueltas ahora! -sentenció la voz. Harry soltó al muchacho para darse
vuelta, vio salir de la oscuridad una figura enorme envuelta en una capa oscura
con la capucha echada sobre el rostro.
-¡¡Déjate ver
maldito!!
La voz sin
nombre dio un paso adelante, hacia la luz, y por un instante Harry pudo verle
el rostro... lo que bastó para ponerlo a temblar como una hoja. Le pareció
estar mirando al mismo diablo... ¡Demasiadas
drogas! Pensó para sí mismo.
-¡Oh! ¡Dios! -exclamó
mientras Vincent seguía acercándose- ¡No te me acerques! ¡Lárgate! -gritaba
mientras retrocedía paso a paso hacia la pared donde antes hostigaba al
muchacho, hasta que quedó contra ella. Vincent continuaba caminando impasible,
gruñendo ferozmente, hasta que puso su rostro casi sobre el suyo.
-Si vuelvo a verte por
aquí será la última vez... la última vez que verás la luz...
Harry estaba
aterrado, por su rostro corrían gruesas gotas de sudor y sus labios temblaban
violentamente. Se fue haciendo hacia un costado lentamente mientras Vincent lo
seguía con la mirada, para después correr frenéticamente por el callejón hasta
perderse en la oscuridad. Vincent resopló mirando hacia arriba por un
momento y se acercó al lugar donde yacía el joven, sentado contra la pared
tratando de recobrar el aliento.
-¿Te encuentras
bien?-preguntó suavemente.
-Sssi... Gracias...
señor ¿señor?- preguntó.
-Vincent.
- Vincent, le debo
la vida... -dijo casi con un gemido, la garganta le dolía terriblemente, trató
de incorporarse pero no pudo. Vincent lo ayudó a sentarse otra vez.
-No te muevas, aún
estas débil. ¿Puedo saber tu nombre? –Vincent lo miraba con la capucha echada,
así que el joven apenas si pudo verle la cara.
-Etienne... Etienne
Lombard, señor.- A Vincent le sonaba extraño que lo llamasen “señor”.
-¿Crees que podrás
llegar solo a un lugar seguro?
-Creo que sí, tengo
mi auto aquí, en la esquina del callejón.
-Aguardaré a que
estés mejor. Dime... ¿Qué querían esos dos de ti?
-Sería largo de
contar. Me acosan hace ya mucho tiempo... me obligan a pagarles su ‘protección’
con dinero, favores... en fin.- Etienne hablaba con bastante miedo.
-Pero, ¿por qué?
-¿Porqué? -contestó
como si se hiciese la pregunta a sí mismo- Porque mi padre, en su
desesperación, se metió con ellos por un préstamo, digamos uno bastante deshonesto
y ellos decidieron que para cobrarse estaba yo...
-¿Y tu padre?
-Mi padre esta... muerto.
-confesó bajando la cabeza para que Vincent no llegase a ver las lágrimas.
*****
‘¿Habrá recibido mi nota?’ Pensó
Catherine ‘Estoy segura que Olivia se la
hizo llegar anteayer. Bueno, quizá tenía cosas que hacer’ La cena que había
preparado para los dos olía bien, pero empezaba a enfriarse. ‘Es extraño -pensó- si no hubiese podido venir me hubiera avisado’.
Comenzó a retirar los platos de la mesita de
la terraza pensando que ya no vendría... alguien a sus espaldas susurró su
nombre:
-Catherine... –ella
se dio la vuelta, allí estaba Vincent, junto al borde de la terraza, espléndido
en ese traje retaceado de terciopelo azul que a Catherine tanto le gustaba.
-¡Vincent!
Viniste... pensé. -se acercó a él, y le tomó las manos para besárselas- Temía que no vinieras...
-Estoy aquí,
contigo. -la estrechó con sus brazos suavemente, y ella apoyó la cabeza sobre
su pecho, sintiendo los latidos regulares de su corazón. Cerró los ojos.
-Cuando estás
conmigo creo que nada de lo que pasa a mi alrededor importa. –dijo Catherine-
Sólo tu presencia me trae un poco de calma. ¡Cómo quisiera que estuviésemos
juntos siempre! ¡Qué hermoso sería! -levantó la cabeza para verle el rostro, él
la contemplaba con ternura:
-¿No te cansarías
de mí si me vieras todos los días? -dijo él aparentando seriedad.
-Nunca. -susurró
ella sonriendo.
Cenaron a la
luz de las velas en el balcón, aprovechando lo hermoso que se veía el cielo
nocturno. Conversaron sobre su trabajo, de lo preocupada que estaba
últimamente, de lo complicado que era todo últimamente en el mundo de Arriba...
Vincent intentó hacerla sentir un poco mejor contándole las últimas travesuras
de los niños, de cómo Ratón se había quedado atorado en un ducto estrecho y
hubo que organizar un ‘rescate’ para sacarlo de allí. Rieron de buena gana
sobre el asunto:
-No te lo podrías
imaginar, Catherine, la escena era casi cómica. -dijo Vincent con una sonrisa-
Pascal y Winslow tiraban a Ratón por…-Vincent hizo una pausa- …el trasero
mientras éste berreaba gritando “Duele mucho, ¡Ay! ¡Tiren despacio!”
Catherine se desternillaba de risa, Vincent
narraba todo de una manera que era imposible no reír.
Se produjo un
silencio entre ambos y después Vincent dijo, más calmado:
-Catherine, hoy
conocí a alguien.
-¿Si? –dijo ella,
pensando en que Vincent se refería a alguien de los túneles- ¿A quién?
-A un joven, en el
puerto.
-¿En el puerto de
Nueva York? –contestó Catherine, sorprendida- Vincent, ese lugar es peligroso
para ti, hay pocos accesos a lo túneles. ¿Te diste a conocer?
-No, estaba oscuro,
creo que no llego a verme. Pero sí tuve que evitar que lo dañasen otros dos...
-Catherine se puso inquieta. Sabía que cuando Vincent ‘evitaba’ que dañasen a
alguien era para preocuparse.
Se acercó a él, cambiándose a la silla que estaba
a su lado.
-¿Quiénes eran?
¿Por qué querrían dañarlo? –preguntó.
-No sé quienes
eran. Por lo que me dijo son estafadores, matones que lo extorsionan, lo
obligan a entregarles dinero. El muchacho dijo algo que no logré entender del
todo. Dijo que se estaban cobrando por un error que había cometido su padre y
que ahora estaba muerto. Rompió a llorar... no pude evitar preocuparme, ya
sabes, parecía sincero. Catherine, sé que estás cansada y muy atareada pero,
¿podrías ayudar investigando?
-Sabes que no puedo
negarte nada. Lo haré. –dijo Catherine, interesada- ¿Sabes como se llama?
-Etienne Lombard.
-Bonito nombre.
Veré en los archivos de la
Fiscalía que hay sobre él o sobre su padre.
-Gracias. Eres un
ángel.- él se acercó un poco más a ella, poniéndose de pie, sacó de un bolsillo
interior un pequeño volumen forrado en verde, con cantoneras de cobre-
Toma, encontré esto en la biblioteca de Padre. Te gustará. -ella tomó el libro.
-Coleridge, poesía
completa... leí algo de él hace años.
-Padre dice que
siempre es bueno ver como andan los viejos amigos de vez en cuando. –dijo
Vincent sonriendo levemente.
-Los amigos más
queridos... -dijo ella mirándole a los ojos. -¡cómo deseaba besarlo! Él podía
sentirlo. Era mutuo, sumamente sensorial. Se inclinó para besarla en la frente,
pero ella lo tomó suavemente por la barbilla hasta hacer descender su rostro a
la altura del suyo. Lo besó en los labios el tiempo suficiente para
recordar la sensación. Vincent se quedó inmóvil, su boca completamente arrobada
por el pacífico y a la vez incontrolable caudal de emociones que Catherine le
transmitía. Su mente no podía comprender cómo ella podía amarlo así, cómo podía
sentirse atraída de ese modo, sin admitir duda alguna sobre su propio ser, sin
admitir pensar como él lo hacía; pero en su corazón todo estaba claro, no había
que entender nada: era amor puro, sólo eso...
Pronto
Vincent descendería a su mundo y las horas volverían a transformarse en siglos...
para ambos.
*****
Catherine abrió la
puerta de la oficina de Joe.
-¿Puedo pasar? -él
no contestó, sólo levantó la mano haciendo una señal afirmativa. Leía un grueso
libro de archivos con folios polvorientos. Catherine se acercó al escritorio.
-Necesito pedirte
un favor, Joe. Quisiera saber sobre un caso archivado por falta de evidencias.
-él levantó la mirada, con expresión cansina.
-¿No tienes
suficiente entre manos con los casos Stanford y Wortington? Creí que estabas
tapada por el trabajo...
-Sí, pero... -hizo
una pausa para pensar una excusa- tengo un amigo que necesita...
-...que necesita
saber algo sobre el asunto, ¿no es así? ¡Qué amigos tan curiosos tienes, Cath,
se diría que trabajas más para un ‘amigo’
que para la Fiscalía !-
su sonrisa denotaba que no había enojo. Y cómo iba ser de otro modo, si Catherine
era su mejor colaboradora. Ella se sonrió también.
-A ver... dime.
–dijo Joe con la curiosidad pintada en la cara.
-Es el caso
Lombard. Lo cerraron el año pasado, poco antes de que yo llegara aquí.
Joe se rascó la
barbilla, pensando.
-¡Ah! Sí, ya
recuerdo. Edmond Lombard, presuntamente asesinado por su hijo. Un asunto
escabroso, yo asistí a la ultima auditoría del juicio, declararon que él no era
culpable, pero con ciertas reservas.
-¿Puedes darme
algún dato más?
Joe se
levantó de su sillón y fue hacia la ventana, separó con el índice y el pulgar
la persiana para ver la calle:
-Se supone que su
padre traficaba con heroína y que el hijo quiso arrebatarle el negocio. Parece
que le disparó en la cabeza con su propia arma, pero el revólver no tenía las
huellas sus huellas, estaba limpio. -Catherine sintió un escalofrío.
-Pero la bala salió
de esa arma ¿verdad?
-Sí... esa fue una
de las razones por las que el caso se cerró. Seis meses de investigación
tirados a la basura. –agregó Joe al volverse para mirarla.
-Humm... quisiera
interiorizarme un poco. ¿Puedo ‘hurgar’ en el tema?
-Ve con Doris, del
departamento de archivos y pídele los microfilms de la sección A4, yo te
autorizo, pero no descuides el caso Stanford o el Jefe Moreno nos va a colgar a
los dos.
-No te preocupes,
seguiré adelante como hasta ahora. -dijo Catherine mientras se dirigía hacia la
puerta, que se cerró tras de ella.
-No me cabe la
menor duda, Radcliffe. -y volvió a sus papeles sin poder evitar estornudar por
el polvo- ¡Diablos! –gruñó- ¡Es que
no hay aquí personal de limpieza que desentierre estos archivos!
*****
La máquina-visor
de microfilms mostraba un articulo del ‘Times’ del año anterior donde podía
leerse el título: ‘Joven profesor de la Escuela de las Artes de Nueva York acusado de
asesinato’.
- ‘Así que eres profesor’- pensó Cathy, y
siguió leyendo- “Hoy 18 de octubre, la Corte Suprema del Estado de
Nueva York declaró a Etienne Dennison Lombard absuelto en el caso donde se
trata el presunto asesinato de su padre, Edmond Bradley Lombard. El fiscal
solicitó la apelación y revisión del caso a fin de lograr la condena del
acusado. La moción fue denegada por el Honorable Juez Mc Kinley aduciendo la
falta de pruebas condenatorias. La opinión publica concuerda con el fiscal.”-
‘¡Vaya! Lo quieren ver bien frito,’ - pensó-, ‘veamos que más hay’ –siguió leyendo
el archivo, que era bastante largo, sin sacar demasiadas conclusiones sobre el
asunto. Decidió que lo mejor era ir personalmente a conocer su próximo caso.
Anotó en su agenda la dirección de Etienne, vivía en Brooklin, en el 2453 de la
calle Altam; se dispuso a visitarlo el día siguiente, cuando saliera de la
oficina.
*****
Brooklin
Heigths es la parte más antigua del distrito, la calle Altam albergaba una
larga serie de casas victorianas con parques cuidados. El numero 2453
relucía en su placa dorada. Catherine no pudo dejar de admirar la bella
construcción con su torre angular cubierta por una techumbre cónica de pizarra,
sus lucarnas caladas y la veranda que oficiaba de porche. Se acercó a la
puerta, que tenía una ventana oval de vitral, donde podía verse un galeón del
siglo XVII navegando en un mar agitado. Tocó el timbre brevemente. Mientras que
aguardaba, pudo escuchar a través de la puerta el sonido de un piano. Reconoció
la melodía al instante: la primera parte de la Fantasía en fa menor (op.49)
de Chopin, era una de las piezas que había escuchado tocar Abajo, en los
túneles. Cuando estaba a punto de empezar la parte central de la obra, la
puerta se abrió y una mujer de amable aspecto, de unos sesenta y cinco años
preguntó:
-¿Si? ¿En qué puedo
servirle?
Catherine
extendió el brazo casi horizontalmente para mostrarle su credencial profesional
al tiempo que decía:
-Buenas tardes, me
llamo Catherine Chandler, Asistente del Fiscal de Distrito; quisiera hablar con
el señor Lombard, si es posible.
La anciana
leyó la credencial repitiendo bajito el nombre. Se hizo a un lado para
permitirle pasar.
-Adelante, por
favor. Soy Miss Agnes, el ama de llaves. –dijo la mujer cortésmente- Iré a
anunciarla, tome asiento, por favor.- y le mostró una silla de la recepción.
Mientras
esperaba, Catherine estudió la habitación. Frente a ella había una escalera
recta con balaustrada de cedro muy pulido; madera que cubría las paredes,
cuadros con sus marcos dorados, la consola con tapa de mármol, daban a todo
aspecto de pasada riqueza, al parecer los Lombard habían sido bastante ricos
alguna vez. Sobre la mesa de arrime había unos portarretratos con fotografías
antiguas, damas y caballeros de los años 20’ y 30’ que se paseaban frente a la casa en la que
estaba ahora. A Catherine le pareció estar en un museo, lleno de recuerdos.
Pero, ¿por qué ni una sola foto moderna? Pronto el piano dejó de sonar y la
señora Agnes regresó.
-Por aquí...-dijo
indicándole el camino- el señor Lombard la atenderá ahora.
Pasaron a la
sala de música. Lombard estaba parado de espaldas mirando el reloj que estaba
sobre la repisa de la chimenea; junto al ‘bow window’ había un piano de
concierto con la tapa del teclado abierta y unas partituras encima.
-Señor Lombard, yo…
-comenzó Catherine.
-¿Si? -cortó él con
voz queda.
-La señorita
Chandler...-dijo Agnes algo confusa por la tensión que percibía en el ambiente.
Lombard se dio la vuelta y miró a Catherine sin dejar notar emoción alguna.
Hizo una seña a Miss Agnes para que se fuera.
Cuando el ama de llaves cerró la
puerta de la cocina tras de sí, Catherine se presentó:
-Soy Asistente del
Fiscal de Distrito. Quisiera hacerle algunas preguntas...
Él la miró
fijamente. A Catherine le pareció que era un joven bastante simple, mediana
altura, ojos color café intenso, facciones regulares y el cabello crespo, y un
aire ausente que no entonaba con el sitio en donde estaban ahora. De todos
modos su mirada la perforaba.
-Tome asiento por
favor. ¿Preguntas? -alzó las cejas, inquisitivo- ¿Qué tipo de preguntas?
-Investigo un caso
que se cerró aproximadamente hace un año...
-¡Ah! Eso.- dijo
secamente. Era notorio que el tema le molestaba, había fruncido levemente el
ceño- Mire, creo que ya contesté suficientes preguntas. Pasé momentos muy
difíciles y no siento la necesidad de...
-Sé lo que pasó. Lo
acusaron injustamente, es duro. Pero quisiera...
-Señorita es más
que ‘duro’. Perdí a mi padre, que era
mi único pariente. La opinión pública me hizo trizas.
Casi pierdo mi empleo,
que es lo único que tengo, usted no sabe lo que siento... usted no sabe nada. -sus
facciones adquirieron mal semblante y eso no le gustó a Catherine. ’Mal comienzo’ -se dijo a sí misma.
Pero
se decidió a tomar el toro por las astas:
-Sé que lo
molestan, que lo extorsionan... que le hacen la vida insoportable. –dijo ella
con calma, mientras guardaba su credencial en su cartera, algo molesta por el
recibimiento.
-¿Si? ¿Cómo?
–preguntó Etienne con tono quedo, preocupado. La expresión en su cara cambió
totalmente, ahora había temor.
-Un amigo me lo
dijo.
-¿Quién?
-Vincent. –dijo
ella por lo bajo, insegura si debía continuar hablando o no. ‘Bien, si él confía en tí, yo también.’
Él la miro
extrañado. ¿Será él?
-¿Vincent? -toda
su altivez del momento pasó. Se paró y comenzó a caminar hacia la puerta de la
sala y la cerró. Regresó y se sentó en el sofá, frente a ella.
-¿Vincent?-
preguntó nuevamente. Catherine bajó la voz aún más:
-Sé que el te ayudó
la noche pasada. Quiere ayudarte, por eso estoy aquí. Sé bien lo que está
pasando... creo que deberías hablar conmigo, y no con los otros dos que tú y yo
sabemos. -ella se refería a los matones de la otra noche.
-No sé si debo. -dijo
él dubitativo. Estaba muy nervioso. Si
llegaran a enterarse… Catherine abandonó las formalidades y preguntó:
-Dime que sucedió
aquella vez. Juro que nada de lo que digas saldrá de este cuarto. Vincent es mi
mejor amigo y si él no hubiese sentido que estabas en peligro yo no estaría
aquí. Puedes confiar me mí. Pero para ayudarte necesito que tú me ayudes.
Etienne aún dudaba.
Temía recordar el pasado... y también el presente.
-¿Cómo puedo
confiar en ti?
Catherine se
arrellanó en su sillón, se puso el índice sobre los labios un momento y dijo
luego:
-Te contaré una
historia sobre la confianza. Ahora yo confiaré en tu discreción. Nada saldrá de
este cuarto, ¿bien?
-Bien. –dijo
Etienne, algo más relajado- Te escucho.
-Hace poco más de
un año yo también fui atacada. Me desfiguraron el rostro, casi muero. Sería
largo de contar por qué. Alguien me salvó y me curó. Yo tenia el rostro vendado,
no podía ver nada. Salvo sus palabras, el silencio era casi total. Estaba muy,
muy asustada. Me encontraba en un lugar extraño. Sólo podía oír la voz de mi
salvador dándome aliento y ayudándome a recuperarme. Pero aún así tenia un
miedo irracional. ¿Qué iba a ser de mí? ¿Dónde estaba? Preguntas sin respuesta.
Un día me sentí mejor y empecé a quitarme las vendas... en ese lugar había un
espejo o algo así, y lo que vi en él me desesperó. Mi rostro estaba surcado por
heridas horribles. Sentí un ruido detrás de mí y me dí la vuelta. Vi a alguien
que se cubría la cara con una capucha. Estaba a punto de desmayarme. Él trató
de acercarse, de calmarme, pero yo estaba fuera de sí, tenía mucho miedo.- el
rostro de Catherine adquirió un aspecto culpable- Fui tan tonta que le arrojé
el espejo... por la cabeza.
Etienne la miraba
atento, por su cara cruzó un signo de entendimiento, algo que Catherine no
había percibido antes.
-Era Vincent ¿verdad?
-agregó él insinuando una sonrisa compasiva- Buen comienzo el tuyo... –pensó casi jocosamente, pero el rostro
afligido de la joven le impidió hacer algún comentario de esa índole.
-Era él. -asintió
Catherine- Yo no podía dominar mi miedo, quería salir corriendo, pero a la vez
sentía que no podía huir. Algo me hizo sentir mejor, poco a poco. El temor… cedió. -Catherine cerró los ojos con
fuerza y luego dijo- Era su
presencia. Si te dijese... si pudiese expresar lo que sentí en ese momento.
Creo que no hay palabras para ello.
-Pero, dijiste que
te morías del miedo. -dijo él, confuso.
-Sí, pero su
proximidad hizo que mi miedo se disipara... él me salvo de una muerte segura,
Etienne. Nadie me hubiese salvado, y él lo hizo, a costa de su propia
seguridad. Cuando comprendí eso, después de un tiempo de reflexión, me fui
haciendo parte de él, de algún modo inexplicable mi alma se fundió con la suya.
Pasó algún tiempo hasta que volví a verlo,
–en los ojos de ella había un brillo
singular cuando llegó a este punto-, ¡ocho meses!
-Entiendo...- dijo
él, ya calmado, tratando de sonreír. Se había dado cuenta de que modo Catherine
amaba a Vincent- Yo también sentí miedo la otra noche, pero no pude evitar
confiar en él. ¡Y ni siquiera sé quien es! Sus palabras, su forma de hablar
conmigo... no sé, me hicieron confiar de lleno.
-Confía en mí, confía
en él que es lo mismo. Créeme.
Nadie hubiera
podido creer que la breve historia que Catherine contó fuese verdadera, pero
Etienne se sintió mas dispuesto a confiar después de lo que escuchó. Parecía
que aún a distancia Vincent lograba cosas extraordinarias. Confiar. Etienne llamó a la señora Agnes y le pidió que trajera el
té. Cuando regresó con el pedido, le dijo sonriente que se tomara el día, que
fuese a visitar a sus nietos.
Cuando la señora Agnes salió de la casa,
Etienne comenzó a relatar su propia historia. Explicó a Catherine que su padre
se había endeudado a raíz de la situación financiera familiar, y que recurrió, sin
saberlo, a un hampón de la mafia llamado Carmine de Fiore. Éste entregó la suma
requerida sin chistar. Las condiciones del préstamo parecían razonables y Edmond se sintió aliviado de poder cancelar
su obligación con el banco. No sabía en que se estaba metiendo.
A medida que cancelaba el préstamo, de Fiore
pedía favores ‘extra’, como llevar pequeños paquetes a ciertos lugares a altas
horas de la noche, o a transportar dinero que le daban a sitios sospechosos.
Pronto Edmond
cayó en la cuenta de aquellos paquetes contenían drogas y que el dinero era
parte de su comercio. De ahí en adelante se mostró cada vez más remiso a hacer las
entregas, pero como aún no había terminado de pagar, tuvo que tragarse su miedo
y continuar. Cuando canceló la deuda, los favores obligatorios no cesaron,
trató de zafarse, pero ya era tarde. Etienne no sabía nada todo esto.
Una noche,
cuando regresaba de sus clases de piano en la escuela, y escuchó a su padre
discutiendo con dos desconocidos en el comedor, a puertas cerradas:
-¡No volveré a
hacerlo! ¡Nunca más! Ya pagué todo lo que debía... cada céntimo. ¡Es un abuso!
-Escucha, viejo,
harás lo que nosotros te digamos o tu hijito va a encontrar a papá con un
tenedor incrustado en el cuello. ¿Me entiendes? -decía uno.
-Creías que iba a
ser tan fácil, ¿verdad? Que te ibas a quedar con el dinero así. ¡Ja!
¡Idiota! -dijo el otro burlón.
-Yo... yo...- decía Edmond casi con un hálito- No puedo hacer más...
-Podrás o te
haremos trizas a tí y a tu hijo. –sentenció el otro.
-¡No! ¡Ya basta!-
gritó Edmond y acto seguido se oyó el ruido de cristal rompiéndose y a alguien
que caía violentamente sobre el piso. Etienne abrió la puerta de un empellón
dispuesto a ayudar a su padre, pero ni bien pasó el umbral una mano lo agarró
por la nuca. Un hombre con aspecto desaliñado lo había tomado por le brazo también
y lo arrastraba hasta donde estaban su padre. Edmond estaba en el suelo casi
arrodillado, tratando de pararse, con un hilillo de sangre que manaba de la
frente, lo habían golpeado con un jarrón de cristal tallado que estaba sobre
una mesita auxiliar, las rosas estaban regadas por el piso.
-¿Qué tenemos aquí?
El niño regresó a casa... -dijo con una sonrisa torva el que estaba junto su
padre, que se llamaba Harry y parecía ser el jefe.
-¡Suélteme! ¡Déjenlo
en paz! -gritaba alternativamente Etienne a su captor y al otro.
-Ya... ya. Cálmate,
muchacho. -decía el que lo retenía, mientras le apretaba la nuca con mano
férrea y lo obligaba a sentarse de en una silla.
-Oye Edmond, así
que el retoño no sabe que haces cositas digamos... malas... -masculló Harry
entre dientes con una sonrisita socarrona, mientras miraba al padre desvalido,
luego se volvió hacia Etienne- Tu honorable progenitor trafica drogas y las
vende... Hhuu…sí que es malo ¿verdad?
-No lo lastimen, él
no hizo nada.-aún gemía Edmond.
-Sólo se puso en
medio. –dijo el otro- Harry, ¿qué haremos? Podemos deshacernos del ‘niño’ ahora,
¿verdad?
-Creo que no es
mala idea, Joh. Tráelo aquí. –Johnny arrastró a Etienne de modo que no pudiera
zafarse, mientras tanto, Harry levantaba a Edmond del piso. Buscó la Colt 22’ que estaba sobre la repisa
de la estufa, a su derecha.
-Papá es muy
descuidado dejando su arma al alcance de los niños... Edmond deberías ser más
cuidadoso. -dijo Harry mientras cargaba las balas en el tambor del arma.
-No lo lastimen.
¡Por favor!- murmuraba Edmond, aterrado.
-No lo vamos a
lastimar a él,-dijo Harry con toda
tranquilidad, se le había ocurrido una idea que haría más interesante el último
acto del drama-, él te va a lastimar a ti. –y ahora miraba al hijo.
-¡¿Qué?!
Etienne luchó
por evitar que le pusieran el arma entre las manos, pero Johnny era muy fuerte
y lo apretaba de tal modo que casi lo hacía gritar de dolor, por la angustia
que le provocaba lo que le obligaban a hacer.
-¡Vamos, estúpido!
-instó Johnny. Harry sostenía a Edmond como si fuera un blanco. La sangre
mezclada con las lágrimas hacía de su rostro algo tristemente grotesco, miraba
a su hijo como si estuviese entregado a su destino. Ya no más…
La pistola
disparó dos veces. Una bala en la frente y otra en el corazón. Edmond se
desplomó de bruces contra la alfombra mientras Harry decía alegremente
‘¡Bingo!’ Etienne estaba de rodillas, en posición fetal con la cabeza entre las
manos sollozando y gimiendo.
-Nunca habías
pensado que esto sucedería. ¿Eh? Pero para todo hay una primera vez, hasta para
matar. -dijo Harry mientras lo rodeaba y salía del comedor arrojando la pistola junto a Etienne, seguido
por su acólito.
Lo dejaron en
el piso, solo, junto al cadáver de su padre que se desangraba lentamente, entre
las rosas…
A estas
alturas Etienne estaba totalmente desencajado. Ya no tenía palabras para seguir
describiendo lo que sucedió; su rostro, lívido como una mortaja, reflejaba una
angustia y un dolor desesperante. Catherine no pudo menos que tratar de
consolarlo. Lo abrazó por un momento y le ayudó a reponerse. Etienne suspiró:
-¡Ah! Catherine...
me obligaron a hacerlo... a matarlo. Yo le disparé.
-¡No! No lo
mataste. No podías hacer otra cosa.
-Podría haberme
negado... pero mi miedo fue más grande. El
terror de lo que hice… -dijo, mirando a Catherine con ojos desorbitados.
-Sé que fueron
momentos muy terribles, pero… -Catherine trataba de ser lo más suave posible
para seguir indagando- necesito saber como es que el arma no tenía tus huellas
y por qué tu padre había dejado el revólver a la vista. -él se refregó una
lágrima y tragó saliva para continuar:
-Ellos la
limpiaron, quizá tenía las huellas de Johnny, quizá papá dejó el arma a la
vista porque quería intimidar a esos dos, no lo sé, la arrojaron junto a mí
antes de irse. Cuando llamé a la policía estaba terriblemente confuso, dí una
explicación casi vaga de lo que pasó, por el efecto del shock. Cuando llegaron
me interrogaron una y otra vez, di mi versión de lo sucedido a tres
detectives distintos y creo que todas las versiones eran diferentes. En ese
momento un oficial entró en la habitación con un paquete que había encontrado
en el sótano. Los peritos concluyeron que era heroína, me pusieron bajo arresto
preventivo, dijeron, hasta que se aclarasen un poco las cosas. Pero las cosas
no se aclararon, se embrollaron aun más.
Después supe que la policía sabía que
mi padre hacia las entregas, pero aun no lograban ‘pescarlo in fraganti’. El
fiscal se las arregló (con la complicidad de de Fiore, estoy seguro) para crear
una historia siniestra en la que yo soy el monstruo que mata a su padre para
quedarse con el lucrativo negocio. Pase seis meses en prisión, ¡seis meses! En
mi vida había entrado a una celda. Fue horrible. Hasta que finalmente me
sobreseyeron por falta de pruebas.
-¿Harry y Johnny
eran los tipos de la otra noche?
-Sí, esos malditos
aun siguen haciéndome pedazos una y otra vez. Joyas y dinero nunca son
suficientes. Pero eso no importa... –Etienne apretó los dientes- a veces siento
no poder vengar la muerte de mi padre.
-Ese no es el
camino Etienne, hay otras formas de hacerles pagar. ¿Por qué no los denunciaste
antes?
-Me vigilan. Si voy
a la policía lo sabrán, de Fiore es poderoso. Tiene esbirros en todos lados,
hasta en el Departamento Central de Policía. El fiscal Richardson es su mejor
conexión en la Corte. Si
los delato, se las arreglarán para hacer lo mismo de antes, me encarcelarán de
por vida o algo peor... les tengo bastante miedo, son capaces de cualquier
cosa. -aquí Etienne hizo una pausa, ya estaba muy cansado. Tantos recuerdos
desagradables lo habían dejado ‘knock out’, podría decirse- Catherine, estoy
exhausto. Quisiera estar solo un rato.- dijo con tristeza.
-Comprendo... sé
que va a ser difícil, pero… piénsalo, puedes confiar en mí. Estoy dispuesta a
ayudarte incondicionalmente… hasta el fin.
-Está bien.
Hablemos mañana. Déjame pensarlo.
Catherine se
fue con la certeza de que debía ayudarlo un poco. Vincent tenía razón. Pero no
iba a ser sencillo convencer a Joe para que tratase de reabrir el caso, se
pondría furioso con la sugerencia. Mientras cruzaba el jardín frontal de la
casa para salir, vio un rosal en flor. Se acerco y cortó una rosa, recordando
lo que Etienne había contado.
****
Vincent iba y
venía por el túnel mientras oía a Catherine relatar la historia. Estaba cada
vez mas molesto con lo que escuchaba. Sentía unas ansias terribles de salir a
buscar a Harry y a Johnny y hacerlos pedazos. Pero intentaba contenerse.
-No va a ser fácil,
Vincent. Hay que probar que de Fiore esta implicado, y parece que el hombre
está bien cubierto. –Vincent seguí caminando, luego se detuvo.
-Hay que hacerlo
Catherine, tiene que haber alguna forma. No pueden salirse con la suya. No
puedo soportar estas cosas, a veces el mundo de arriba me harta... todos esos
crímenes, y demás cosas indescriptibles, es tan injusto. ¿No acabará nunca? -él
hablaba de forma contundente, y Catherine supo que estaba lleno de ira.
-Sé que te
preocupas mucho, tu sentido de justicia es muy grande. Pero no quiero que te
descubran. ¡Por favor! Déjame ayudar a Etienne a mi modo. No te arriesgues
inútilmente.
-Está bien, pero si
no es a tu modo, será al mío.
-Vincent, no. Sería
in...- él cortó la frase:
-Nunca es inútil,
Catherine. ¿Acaso lo fue hace un año, en el parque? -se refería a cuando él la
salvó por primera vez. Catherine bajo la cabeza, sabía que había sido, quizá,
egoísta en su pretensión de conservarlo.
-No, pero... ¡Oh!
Vincent, me asustas cuando hablas así, temo por ti. Sé que haces todo con la
mejor intención, pero... pero a veces te extravías. -ella buscaba las palabras
para tratar de no herirlo, él se dio cuenta de lo que pensaba, lo leyó en su
mente. Ella se aferró a su cintura, pero él permanecía inmóvil. Sabía ella que
hablaba de esa parte que no llegaba a comprender del todo en él, la parte que
estaba más cerca del instinto animal que del hombre.
Esa parte que
cuando dominaba sus emociones humanas, parecía no tener ni limites ni lógica,
que podía arrasarlo todo. ‘Sé lo que
haces cuando te pierdes, lo sé’ -imaginó él la frase de Catherine
completándose en su mente.
-A veces siento
miedo de mi verdad...- dijo él apenado.
-¿De tu verdad?-
preguntó ella extrañada, soltándolo.
-De mi verdad. De
lo que soy...
-La única verdad
que yo conozco es el amor que siento por ti, Vincent. Es lo único que importa.
Eres lo mejor que tengo. No hay manera de que yo sienta de otro modo.
Él estaba parado en un ángulo del túnel, con
las manos sobre un tubo, escondiendo el rostro entre ellas.
-Estás en mi mente
siempre. Ésa es la verdad que yo entiendo.
Tus palabras son como música. Aplacan esta
tortura... esta herida que siento... –exclamó dolorido. Catherine no se llamaba
a engaño, cuando él intentaba esconder sus emociones. Habría algún consuelo.
-Estás preocupado.
Angustiado. Son tiempos duros para los dos. Ya pasará, Vincent, superaremos
esto juntos. -ella buscó dentro de su cartera, y allí estaba la rosa, la sacó
suavemente y se la tendió a Vincent- ¿Recuerdas esto? ¿Lo que significa... para
nosotros?- él la tomó con cuidado y la miró por un momento y suspiró:
-Cómo olvidarlo,
Catherine. Cómo olvidarlo... -sus labios reflejaban ahora una pálida sonrisa,
leve.
No intentó seguir hablando, se aflojó un poco,
caminó hacia ella y la tomó entre sus brazos un momento, ella respondió con
ternura, hocicándose bajo su cabello.
-Ven, vamos a leer
un poco. ¿Tienes a Coleridge contigo?
-En mi bolso...
Se fueron a
su cámara abrazados todo el camino. Las palabras fluyeron del libro a su mente
y de allí a su voz. Cuando Vincent alzó la vista por la mitad del libro,
Catherine se había quedado dormida, sobre su hombro.
*****
-¡Sueñas si crees
que voy a proponerle a Moreno que reabra el caso! Va a reírse en mi cara.
¡Tengo a los abogados de Wortington pisándome los talones todo el tiempo y tú
te preocupas de un caso cerrado, terminado! –gritó Joe.
-No esta terminado,
Joe. Lombard esta en peligro. Lo van a matar si no intervenimos. –dijo
Catherine, resuelta.
-¿Qué pruebas
tienes? ¿La confesión oral del acusado? ¿De qué te servirá? –gruñó Joe, golpeando el
escritorio con el puño- ¡Nos harán talco en la
primera audiencia! Vas a ser el hazmerreír del Departamento.
Catherine
escuchaba mordiéndose los labios para no contestar bruscamente a Joe, intentaba
ser diplomática, muy a pesar suyo.
-Escucha, Joe. Sé
que la historia tiene ribetes increíbles. Pero también sé que Lombard no
miente, estoy segura. Muchas veces me dijiste que confiara en mis instintos,
ahora es el momento de que tú confíes en mí, sé que mi corazonada es correcta. -ella
hablaba con pasión y convencimiento, lo que ablandó a Joe por un momento- Tú me
enseñaste eso. Se que todo esto parece un despropósito, pero por favor, hagamos
algo.
Déjame hacer algo…
-Está bien. -dijo
él levantando la cabeza y mirando el techo como si tratara de pedir ayuda a la Divina Providencia-
Voy a hablar con Moreno, pero no te aseguro nada, quiero que prepares todas tus
pruebas y argumentos cuanto antes, va a ponerse insoportable cuando se lo diga.
Espero poder dominarlo y sobre todo convencerlo...
-Gracias, Joe, -dijo
Catherine sonriendo- eres un verdadero amigo. Veré que todo este listo para
mañana en tu escritorio. -rodeó el escritorio y le dio resuelta un beso en la
mejilla, lo que dejó a Joe bastante sorprendido. Mientras Catherine salía de la
oficina Joe le dijo:
-¡Recuerda que me
debes una! -y puso la mano en donde ella lo había besado, y la miró después,
extrañado.
El Jefe
Moreno ciertamente se puso se puso ‘insoportable’, pero con bastante persuasión
Catherine y Joe lo convencieron de que reabriese el caso Lombard. Días después
los arreglos estaban listos para las preliminares a la primera audiencia. Catherine en persona fue a llevarle el
citatorio al fiscal Richardson. La visita fue desagradable, y breve, Richardson
era uno de esos abogados presuntuosos que se creen que saben todo y lo que es
más, creen que son inmunes a las leyes. Catherine sabía con quien estaba
tratando así que fue bastante directa. Entró en su oficina como un rayo,
seguida por la secretaria que decía que no podía pasar, que Richardson no
estaba. Éste hablaba por teléfono, al parecer con uno de sus amigos de juerga,
y se sobresaltó violentamente cuando vio entrar a Catherine de ese modo, no
tuvo tiempo ni de cortar la comunicación. Catherine estiró la mano por sobre el
elegante escritorio.
-Tome. El citatorio
es para dentro de tres días, a las cuatro de la tarde. -tiró el sobre encima
del mueble, agregando- Espero que esté preparado.
Sin decir más, giró sobre sus talones y salió.
La secretaria seguía justificándose ante él por la intromisión de Catherine.
Richarson se
desayunó con la nueva del peor modo, maldijo a todos los santos del calendario;
aquel asunto arruinó su próxima partida de golf...
*****
Corría por el
túnel tan rápido como le daban las piernas, tan feliz estaba de poder decirle a
Vincent que lo había conseguido, que el caso se reabría. Llego a la Cámara de los Susurros,
exultante. Vincent estaba sentado al borde de la pasarela, mirando al vacío,
quizá escuchando los sonidos que se filtraban desde el mundo superior. Cuando
vió entrar a Catherine a toda velocidad con el cabello revuelto y el bolso
de través se puso de pie enseguida.
-¡Vincent! ¡Lo
conseguimos! ¡de Fiore va a juicio el tres días! Etienne aceptó testificar...
hemos dado un gran, gran paso. -se acercó a él y lo abrazó con fuerza. Él
respondió del mismo modo, feliz.
-Lo sé. Pude sentirlo.
Hace horas que algo placentero revolotea en mi alma. Era tú. Catherine, eres
brillante. El sacrificio valió la pena. –dijo él sonriendo.
-No lo hubiese
logrado sin ti. Tú siempre me das la fuerza para continuar.
-Esa fuerza es
tuya, Catherine. Vive dentro de ti. La ganaste por derecho propio...
Catherine lo miró fijamente, directo a los
ojos azules.
-Antes de conocerte
no sabía que la tenía. -ella se sonrió- Antes de conocerte mi vida era otra,
cualquiera diría que la vida que llevaba antes era normal, pero ahora que estas
conmigo no cambiaría toda la ‘normalidad’ del mundo por el hecho de no tenerte.
-Mi vida cambio por
completo cuando te encontré... ahora sé que sin ti mi vida estaría vacía. Falta
de todo sentido. ¿Cómo podría ser yo mismo sin ti? Eso escapa a toda
comprensión. Solo sé que si te pierdo, me perderé yo también.
-Eso no sucederá.
Jamás me alejaré de ti.- dijo ella escondiendo la cabeza entre sus brazos.
Vincent pensó, con un dejo de tristeza que lo invadió. ‘Nunca digas nunca’.
El pensamiento
estaba lejos de ser pesimista, pensó. Vincent sabía con dolor que el destino no
siempre es propicio para los que se aman. Ya lo había visto. Que la fortuna a veces es esquiva. Recordaba
las palabras que alguna vez le había dicho Padre, en una de sus admoniciones. Vivamos el momento, se dijo, y el temor
repentino huyó.
-Vincent ¿qué pasa?
Estàs sombrío. -dijo ella al sentirlo tan inmóvil.
-Nada. Solo
reflexionaba. -cambió de tema para no preocuparla- ¿Tendremos algún concierto
pronto?
-El viernes por la
noche. Presentarán extractos de óperas de Häendel, ‘Xerxes’, ‘Rinaldo’ y
‘Tolomeo, Rey de Egipto’ si mal no recuerdo.
-Lo disfrutaré
contigo. Hace tiempo que no vamos a un concierto. “Nunca fue la propia sombra
de la naturaleza más querida o dulcemente valorada que la tuya”.
-¿Qué es eso?
-De ‘Xerxes’. Es lo
que canta el rey Jerjes a su árbol preferido, las palabras de la primera aria
de esa ópera.
-Nunca dejas de
maravillarme, Vincent. De todo sabes. ¡Y de todo sabes bien! –le besó en la
mejilla- Nos veremos el viernes a las siete PM, así podrás traducir las otras
arias.- dijo Catherine riendo.
-¡Vaya lío en el
que me metí! -exclamó él, sonriente.
Se
despidieron en el túnel que llevaba al sótano del edificio de Catherine. La
próxima jornada iba a ser compleja, ya que había que preparar los detalles para
la primera audiencia del juicio, ella tendría que madrugar, cosa que le
desagradaba bastante. Se dieron alegremente las ‘buenas noches’ y Vincent la
contempló hasta que desapareció detrás del haz de luz al final del
pasillo.
*****
Convinieron por
teléfono que se verían la tarde anterior a la primera audiencia en casa de
Etienne; Catherine preparó todos los documentos que él debería firmar y le
daría las pautas de lo que debía contestar en la
-Bien, entonces nos
veremos hoy a las ocho, para concluir con los detalles... ¿Cómo estás?
-Bien, pero tengo
un poco de miedo. -la voz de Etienne sonaba tensa.
-No te preocupes.
No hay nada que temer, la custodia evitará cualquier incidente.
-Me siento como
cuando estaba en la cárcel. Tengo a dos ‘gorilas’ apostados en cada entrada y a
una patrulla que esta permanentemente frente a la casa. Me siento un
prisionero.
-Pronto acabará. Te
lo aseguro, en un mes o dos todo habrá
terminado. Serás totalmente libre, ten fe. Pondremos a esos malditos a la
sombra por mucho tiempo.
-Creo que eso es lo
único que me da ánimos. Espero que tengamos suerte.
-No es cosa de
suerte Etienne, es cosa de confianza.
Estás a un paso de acabar con el sufrimiento de años... ¡Piénsalo! –exclamó
Catherine, convencida.
Catherine fue
a casa de Etienne a la hora convenida. Cuando llegó a entrada un corpulento
oficial le preguntó quien era y le solicitó su pase. Una vez que lo revisó cuidadosamente
le dio las buenas noches y le permitió pasar. Tocó el timbre y en un momento la
señora Agnes le condujo a la sala.
-¡Pasa, Catherine!
Estoy releyendo las notas que me dejaste el martes. ¿Tengo que acordarme de
todo esto? ¡Uf! Sí que es mucho. -Etienne tenía unas hojas en la mano y un
sándwich a medio comer en la otra.
Se veía gracioso.
-Veo que estás
mejor. -dijo Catherine sonriendo- Juraría que hace unas horas no podías pasar
un bocado.
-Ya conoces el
dicho: ‘Estómago lleno, corazón contento’. Ahora que estas aquí me siento
mejor. Veamos esto... -hizo que Catherine se sentara, y luego llamó- ¡Miss
Agnes! Por favor traiga más sándwiches y café. -se sentó junto a ella y
empezaron a revisar sus notas.
A la hora de
haber comenzado la señora Agnes entró en la sala para despedirse, una vez que
saludó a ambos se dio la vuelta y de pronto abrazó a Etienne afectuosamente.
-¡Te deseo toda la
suerte del mundo para mañana, hijo! –exclamó enjugándose una lágrima y se fue.
-Es una buena
mujer.-comentó Catherine.
-Fue la única
persona que me fue fiel. –asintió Etienne, mientras miraba la puerta por la que
había salido la señora Agnes- Cuando estuve en prisión todos mis amigos
desaparecieron. En Park Avenue no se toleran ese tipo de escándalos. De la
noche a la mañana me encontré solo. Sólo Miss Agnes me visitaba allí, es como
mi segunda madre. Pobre mujer, a sus años entrando en la cárcel para hacer
visitas. Después de eso la soledad
remanente fue la única compañera. -con las manos en los bolsillos, su rostro
tenia un dejo de tristeza- Sigamos.
Pasaron dos
largas horas, y ambos empezaban a cansarse. No era fácil concentrarse, los dos
habían tenido un día muy pesado. Etienne ya no prestaba atención a lo que
Catherine decía, tenía la mirada fija en el reloj por sobre la chimenea.
-Etienne, ¿qué
pasa? -preguntó ella al notar que él vagaba por otro lado.
-Es raro... la
custodia tendría que haberse retirado hace veinticinco minutos para su relevo.
Siempre pasan a avisarme. Voy a ver, enseguida vulevo. -se levantó para
dirigirse a la puerta principal, mientras Catherine tachaba unas frases en sus
notas.
-¡Catherine! -Etienne
dió un grito ronco desde la puerta. Ella soltó el lápiz y corrió a ver que
pasaba.
Cuando llegó allí, Etienne sostenía la puerta abierta, con el rostro
pálido. En el piso, yacía boca abajo el oficial de policía que la había
recibido. Catherine se agachó y lo dió vuelta por los hombros. Tenia dos
agujeros de bala en el pecho.
-¡Oh Dios! -se paró
como un resorte- ¡Avisemos al oficial de la puerta trasera!
Los dos
corrieron hacia la cocina, por la puerta que estaba detrás de la escalera.
Cruzaron el umbral los dos al mismo tiempo para ver como una mano enguantada se
introducía por el agujero que había quedado al romper el cristal de la puerta.
La mano quitó el seguro y giro el picaporte, y la puerta se abrió lentamente.
Un hombre con chaqueta de cuero negro y pantalones oscuros se introdujo en la
habitación, llevaba un revólver con silenciador en la otra mano. Detrás de él
entró otro, armado también. Catherine y Etienne trataron de darse la vuelta
para escapar, pero se detuvieron al oír que se quitaban los seguros de las
pistolas.
-¿Qué? ¿Ya se van?
La fiesta no ha terminado aún. -exclamó uno de los hombres, la luz de la cocina
se encendió, para permitirles ver a Harry que les apuntaba, y detrás a Johnny
con la mano en la llave de luz.
Tenia el rostro totalmente inflamado, podían
verse cinco heridas paralelas amoratadas, muy profundas, a medio cicatrizar,
unidas por puntos quirúrgicos, era un espectáculo casi dantesco, y Catherine
supo de inmediato lo que había pasado la otra noche.
****
Padre
meditaba su próxima jugada. Movería su reina hacia la derecha para interceptar
al rey de Vincent.
No podía perder. Por una vez en la vida iba a ser el
vencedor. Tenía una leve sonrisa en la boca... Vincent miraba el tablero con
decisión, muy tranquilo. Movió su rey hacia la derecha. La sonrisa de Padre se
borró por completo, un rictus confuso asomó por su cara. Pensó y pensó. ‘¡Diablos! Estoy atrapado. Este muchacho se
las arregla para ganar siempre.’ Era un jaque seguro para su contendiente.
De pronto
Vincent se levantó sobresaltado. Algunos trebejos cayeron al piso y la banqueta
donde se sentaba rodó hacia atrás con un crujido. Se quedó mirando el espacio
por un segundo:
-Vincent, ¿qué
pasa? -preguntó Padre, sorprendido por la reacción de Vincent.
-Es Catherine.
Tiene miedo. Debo ir… -sin más, tomó la capa que estaba sobre un sillón y salió
como un rayo.
-Vincent.
¡Vincent!- exclamó Padre desde la biblioteca, como no obtuvo respuesta, volvió
a sentarse, agitado por el esfuerzo- Dios te guarde, hijo mío. Espero que esté
contigo...
****
Los
condujeron a empujones a la sala, Harry llevaba a Etienne con el brazo
retorcido detrás de la espalda y Johnny a Catherine, por los hombros. Los
obligaron a sentarse en el sofá.
-Veo que te
conseguiste una linda abogada. -decía Harry mientras descorría con la punta de
la pistola los mechones de cabello que caían sobre el rostro de Catherine-, que
lástima que no les quede mucho tiempo juntos. De Fiore quiere terminar con este
problema hoy mismo.
-¡No la toques!
Eres un cerdo. –dijo Etienne intentando levantarse para defenderla, pero
Johnny, que estaba detrás de él, lo obligó a sentarse:
-¡Uy, uy, uy! ¡Que
valiente estás hoy! Por lo visto, dejaste de ser la ‘niña’ consentida de papá,
pero creo que podría bajarte los humos en un instante. Tuviste suerte de que
apareciera ese fulano la última vez. Hoy no tendrás tanta suerte... -Harry se
acercó a Etienne y le dio una bofetada con el revés de la mano.
-Fue bueno mientras
duró, ¿verdad? -dijo Johnny mirando a Etienne- pero ya es hora de que
terminemos. De una vez por todas.
-No se saldrán con
la suya. La policía notará que la custodia no dio su parte radial a la jefatura.
-soltó Catherine.
-¿Qué policía?
–dijo Harry, divertido- ¿Arthur y Evans, los de la patrulla? Pero si son los mas
estrechos colaboradores de de Fiore. Hace media hora que se fueron a la
jefatura para firmar el reporte diario donde seguramente dice: ‘Todo en orden con
el relevo de la custodia’. O debo decir ‘comedia’.
-Harry reía-
Tengo una idea. Vamos a concluir lo que no terminamos la vez
pasada. ¡No pudimos verte bien cuando asesinaste al viejo! ¡Qué bueno sería que
repitieras la escena para nosotros! ¿No es cierto, Johnny?
Johnny asintió con
una sonrisa cruel.
-Es cierto, no me
había puesto los anteojos cuando jalaste el gatillo...
Etienne no
dijo palabra, pero se notaba que tenía un miedo atroz. Sólo miraba a Catherine
con ojos suplicantes. No podía suceder lo mismo otra vez. No otra vez.
- ¡Tráela aquí!-
dijo Harry a Johnny- La pondremos en su mejor ángulo para que Etienne pueda
disparar. -Johnny agarró del brazo a Catherine violentamente, ella trató de
zafarse pero no pudo. La arrastró hasta donde estaba Harry y este la tomó por
los hombros y se puso detrás de ella, evitando que se moviese. El otro volvió
junto al sofá donde estaba sentado Etienne y lo obligó a ponerse de pie junto a
la chimenea.
-Esto sí que va a
ser bueno.- dijo Harry.
Mientras
Johnny acomodaba el arma en su mano inerte, Catherine le hizo una seña
imperceptible a Etienne con los ojos. Le señaló con la mirada el atizador que
estaba junto al chispero de la chimenea, en su soporte. ¡Por Dios, que entienda lo que quiero decirle! Etienne la miró y
movió lentamente la barbilla asintiendo. La mano le temblaba, pero cuando casi
la tenía sobre el mango...
-¡Ahora! -gritó
Catherine al mismo tiempo que le daba un codazo en el hígado a Harry. Etienne
respondió a la orden tomando el atizador con decisión y golpeando a Johnny en
el estómago. Catherine aplicó una llave de judo a Harry y lo hizo rodar por el
piso.
-¡Corre!- dijo ella
mientras Etienne miraba como Johnny se retorcía de dolor.
Salieron por
la puerta de atrás en dirección a la calle, Catherine se palpaba los bolsillos
intentando buscar algo, pero no lograba encontrarlo:
-¡Maldición! ¡No
encuentro las llaves del auto!
-¡Yo tengo las del
mío! ¡Vamos!- se dieron la vuelta y fueron hacia el garaje, que estaba a un
lado de la casa. Frente a la puerta levadiza estaba la cupé Packard 1939’ de Etienne. Velozmente
subieron y partieron con un chillar de neumáticos. Cuando giraron para tomar la
calle, pudieron ver por el espejo retrovisor a Harry y a Johnny que salían
trastabillando por la puerta principal, que corrían hacia un Chevrolet negro
que estaba estacionado del otro lado de la acera.
****
En ese mismo
momento Vincent cruzaba sobre un vagón del tren subterráneo el río Este, por el
túnel que va debajo del puente de Brooklin.
****
El
velocímetro marcaba setenta millas por hora. Catherine veía por la luneta
trasera como las luces del Chevrolet se iban haciendo más y más grandes.
-¡Acelera! ¡Nos van
a alcanzar!
-¡Voy casi al
límite! Si acelero más el motor puede dañarse.
-¡Necesitamos ir
más rápido!
-¡Espera! Tengo una
idea. -Etienne desaceleró sin pisar el freno y giró por un callejón
oscuro, y volvió a acelerar. Al momento las luces del Chevrolet
aparecieron detrás de ellos.
-¿Qué haces?
-Voy a tratar de
perderlos en la Avenida
Ocean , es de doble sentido, lo que nos permitirá evadirlos
con mas facilidad. -dijo Etienne sin dejar de mirar el camino.
-¡Pero también
tiene más tráfico! -exclamó Catherine horrorizada.
-No te preocupes.
Hay dos cosas que sé hacer bien, una es tocar el piano y la otra es conducir.
Llegó la hora de ponerme a prueba con esto…
Llegaron a la Avenida Ocean justo
antes de que la señal se cerrase para ellos, Etienne dobló la esquina y se
introdujo en el tráfico, cuidando de mantenerse en el carril rápido. El
Chevrolet que los seguía dobló al mismo tiempo que la luz había cambiado a
rojo, y un pequeño Ford adelantado a la señal le pegó por el costado, pero no
lo detuvo. El coche se desestabilizó un poco, pero al instante volvía a
acelerar para darles alcance. Etienne esquivaba los autos abriéndose paso; sin
duda estaba asustado y sudaba a raudales, pero no cejaba en su empeño por
evitar que los atrapasen. Cuando el Chevrolet se acercaba para tratar de
rebasarlos Etienne ladeaba el coche por ese costado para impedirles en paso.
Estaban a punto de llegar a la
Avenida Bay , iban en dirección al túnel Battery, y pronto
cruzarían a Manhattan, pero para desgracia de Etienne la Avenida 18 estaba cerrada
al tráfico por un accidente vial. Una larga valla con señales luminosas impedía
el paso y el trafico comenzaba a hacerse más lento. Etienne rebasó a un gran camión
‘White Freighliner’ que llevaba un acoplado enorme. El auto de Harry había
logrado abrirse paso por la mano lenta, rebasando a los autos que disminuían la
velocidad para desviarse. Cuando estaba a punto de alcanzar al Packard, Etienne
giró el volante violentamente hacia la derecha para cortarle el paso y
obligarlo a frenar y a orillarse contra la acera. Todo paso en una fracción de
segundo. El Chevrolet mordió el borde de la calle, se desestabilizó y fue
violentamente embestido por el auto que venía detrás. El lado del conductor
había salido indemne, pero el del acompañante estaba aplastado de tal
modo que era imposible que alguien hubiese sobrevivido de ese lado. Seguramente
Johnny estaba atrapado o muerto.
Catherine y
Etienne respiraron aliviados.
-¡Lo lograste!-
decía Catherine mientras sacaba la cabeza por la ventanilla para mirar atrás.
Podía ver como Harry salía del auto agitándose y maldiciendo.
-En mi vida había
hecho una cosa semejante... ¡Me van a quitar la licencia! –dijo Etienne
esbozando una sonrisa- ¿Qué hacemos ahora?
-Retoma por la Avenida Flatbush ,
iremos a Central Park, debemos ocultarnos por esta noche. Allí sé de un
escondite seguro.
-¿En Central Park?
Más bien supongo que seremos asaltados. -dijo él, jocoso.
-Confía en mí.
Etienne dobló
a la derecha por un callejón para alcanzar la avenida Flatbush, que desembocaba
en el Puente Manhattan. En ese momento pudo ver por el espejo retrovisor que
venia detrás de ellos el camión que habían rebasado antes, acercándose rápido. ¿Qué hará aquí? Estaba a cinco o seis
metros de la cola del auto y se acercaba veloz, muy rápido. Etienne sentía que
sus luces (se reflejaban en el espejo retrovisor) le herían la vista. El camión
se acercaba peligrosamente, más y más.
-Está muy cerca...-
dijo Etienne- ¡Cuidado! ¡Va a golpearnos! ¡Agárrate! -al mismo tiempo el camión
aceleró más y empujó la parte posterior del auto con tal fuerza que Etienne
casi pierde el control. Catherine se tomó de la portezuela para no caerse del
asiento:
-¡Dios! ¡Trata de
esquivarlo!
-¡No puedo! ¡El
callejón es muy estrecho! ¡Esa monstruosidad es mucho más veloz que nosotros!
El camión los
embestía cada vez con más fuerza. Una y otra vez. En una de las arremetidas desprendió
el parachoques trasero del auto, que pasó por debajo de las ruedas del camión
haciéndose pedazos. Catherine pensó: ‘Vincent,
cómo quisiera que estuvieras aquí...’
****
Vincent
observaba desde la escalera de incendios de un edificio próximo, tratando de
distinguir de donde era que lo llamaba su lazo con ella. Sentía que su conexión
con Catherine le decía que estaba cerca, que su miedo era muy grande. Pero,
¿dónde? La opresión en su pecho era insoportable, parecía que iba a reventar.
Le provocaba dolor físico. De pronto oyó el ruido de un motor que aceleraba. Un
auto venía a toda velocidad en dirección hacia donde él estaba. Detrás lo seguía
un gran camión que le pisaba los talones. El Packard paso raudo debajo de él.
En esa fracción de segundo, sintió que Catherine iba en ese auto. Se preparó.
Cuando el camión que lo seguía quedó a tiro saltó sobre el techo del acoplado.
Cayó en cuclillas arqueando levemente las piernas como un gato y se fue
aproximando a la parte frontal, tratando de equilibrar el peso para no caer.
En la cabina,
Harry apretaba los dientes ‘¡Ya los
tengo, desgraciados! Los voy a hacer polvo.’- pensó- ‘Ya no hay escapatoria.’ -se reía como un demente mientras pasaba
las velocidades.
‘Te siento tan cerca’ -pensó ella- ‘Pero ¿dónde estás, Vincent?’ Por un
momento creyó verlo en su mente. Era un reflejo vago. Se dió la vuelta para
pasarse al asiento trasero del auto, Etienne ni se dio cuenta de ello, trataba
de esquivar los topetazos que le daba el camión como podía. Miró por la luneta trasera,
vio a Harry al volante, amenazador, que hacía sonar el claxon para
intimidarlos. Los ojos desmesuradamente abiertos, la mirada sombría y la boca
gesticulando quién sabe qué. Al levantar la mirada pudo ver una figura que
saltaba sobre el techo de la cabina: ‘¡Vincent!’
Él se arrodilló sobre el techo del lado del conductor y con habilidad felina se
fue descolgando por el costado para alcanzar la portezuela. Con una mano se
tomó de un pasamanos lateral, casi colgando del costado del camión, su sentido
del equilibrio era increíble; cuando creyó que era el momento indicado rugió
para darse fuerzas y rompió el cristal de la portezuela con el puño. Pedazos de
cristal diminutos volaron por el interior de la cabina, Harry sintió que lo
tomaban por el cuello con fuerza sobrehumana, pero no pudo reaccionar, trató de
zafarse con una mano mientras con la otra sostenía el volante. Era inútil.
Vincent lo apretaba con tal fuerza que las venas de su cuello se rasgaron y la
sangre empañó el parabrisas. El camión se ladeaba ahora peligrosamente hacia un
lado y hacia el otro, la parte posterior del acoplado golpeaba las paredes del
callejón produciendo una nube de chispas, derribando todo lo que se encontraba
a su paso, botes de basura y deshechos. Harry estaba muerto, los ojos
desorbitados, la boca abierta y ensangrentada; la visión misma era tan horrible
que Vincent lo soltó casi asustado. Ovillado sobre los pedales, las rodillas de
Harry trababan el acelerador por lo que la velocidad del camión aumentaba.
Vincent decidió no saltar hasta ver que el auto en que viajaba Catherine saliera
del camino del enorme bólido.
Etienne miró
por el retrovisor, el camión que acercaba más rápido aún; y luego vio una
pequeña ráfaga de vapor que pasó por el costado del auto, que lo obligó a mirar
el tablero: el termostato indicaba que el motor se recalentaba peligrosamente.
Se acercaban a una intersección, sabía que era su única oportunidad de quitarse
del medio, el motor no resistiría más, cuando el callejón terminó soltó el
acelerador, bajó una velocidad y giró el volante a la derecha para salir del
callejón, expulsado como una estaca. El auto giró en redondo y se detuvo
errático, con la parte frontal mirando a contramano del sentido de la calle por
la que había girado. Pero se detuvo. La maniobra había sido demasiado violenta,
por poco no se dan vuelta, pero los sacó de la ruta del camión.
Catherine ya
no pudo ver que pasó con Vincent, si aún estaba en peligro. El camión siguió
avanzando frenéticamente hacia la continuación del callejón por el que venía,
segundos después se oyó un terrible estampido y una explosión violenta.
-¡Nooo!
¡¡VINCENT!!- grito Catherine, desesperada, se bajó del auto y corrió hacia el
callejón seguida por Etienne; corrió y corrió entre negros charcos, ensuciándose
con el barro, cayendo al piso y volviendo a levantarse para llegar al sitio...
cuando llegó, lo que vió le heló la sangre: cien metros mas allá podían verse
los restos del camión en llamas. Catherine corrió hasta donde estaba la
cabina, totalmente destrozada, por todos lados había combustible
ardiendo, hierros retorcidos, atinó sólo a ponerse de rodillas mirando el
fuego.
-No... ¡NO!- gritó
con la cabeza levantada hacia el cielo- ¡Vincent! ¡Por favor contéstame!- lo
llamó con los ojos suplicantes, llenos de lagrimas- ¡CONTÉSTAME!
-¡Catherine!
¡Catherine! – Etienne corría hacia ella sin aliento, tratando de comprender que
pasaba ahora. Creyó que su pesadilla había terminado. Se arrodilló junto a
ella:
-Catherine...
vamos... aquí ya no queda nada, permíteme ayudarte. -trató de levantarla pero
ella lo rechazó, eufórica.
- ¡¡No!! ¡Por favor
ayúdame! ¡Ayúdame a buscarlo! Sé que esta vivo, puedo sentirlo... pero se está
muriendo... ¡Ayúdame! –sollozó.
-Ven, vamos- la
ayudó a incorporarse, pensando que en ese estado era mejor seguirle la
corriente- Los dos lo encontraremos. –dijo él, sin saber muy bien que hacía,
caminaron en dirección contraria por el callejón tratando de ver si veían a
Vincent, Etienne miraba todo, buscaba, revolvía entre los desperdicios, llena
de la última esperanza. Etienne, lo hacía desalentado, como si la empresa fuese
inútil, en ese lugar solo había cajas de cartón desechadas, mugre y botes de
basura aplastados, montones de ellos. Catherine buscaba frenéticamente, sabía
que sólo había un hálito de vida en el cuerpo de Vincent. Caminaron un poco
más, y Catherine ya escondía la cabeza entre los brazos de Etienne, sollozando,
su pena era ahora tan grande como la que había sentido antes su amigo. Él
miraba a su alrededor tratando de encontrar algún indicio de Vincent. Pero
nada... hasta que...
-Creo que veo
algo...- dijo él- Allí, ¡sobre esas cajas!- soltó las manos de Catherine y
corrió hacia donde estaba una pila de cajas deshechas. Sobre estas podía verse
un bulto negro que parecía un hombre. Etienne trepó hasta arriba en un segundo,
cuando corrió la capa que lo cubría, pudo verle el rostro, (y cualquiera
hubiera pensado que Etienne saldría huiría aterrado, pero no lo hizo), en
cambio, gritó:
-¡Es él!- gritó.- ¡Es él, Catherine!
Catherine corrió
lo más rápido que pudo, Etienne la ayudó a subir a la pila de cajas. Vincent
yacía boca arriba con las piernas flexionadas hacia atrás, los brazos sobre el
pecho; herido e inconsciente, con un par de hilos de sangre que caían por su
rostro. La ropa estaba rasgada por los cristales sobre los que había caído al
saltar, y sangraba bastante. Catherine lo abrazó con todas sus fuerzas:
-¡Vincent!
¡Vincent! ¡Dios! ¡Estás vivo!- dijo poniendo la mano en su cuello para saber si
tenia pulso, y luego miró a Etienne, decidida- Ayúdame a llevarlo al auto... rápido.
-Iré a buscarlo. Tú
aguarda aquí.
-¡Apúrate, por
favor!- Catherine miraba a Vincent, tratando de ponerlo en la posición más
cómoda posible, para intentar bajarlo y no perder tiempo, pero era imposible,
era muy pesado para una mujer sola.
En un momento
Etienne había regresado con el coche, aún echando vapor por el radiador. Lo
acercó lo más que pudo a la pila de cajas. Juntos llevaron a Vincent
hasta el auto, Catherine lo cargaba por las piernas y Etienne por debajo de los
brazos, resoplando, pero tratando de moverlo con cuidado:
-Sube tú primero al
asiento trasero, así podrás acomodarlo. -dijo él, solícito. Una vez que lo
acomodaron en la parte de atrás, Etienne buscó unas mantas que guardaba en la
cajuela.
-Cúbrelo con esto,
tendremos cuidado de que no lo vean.
-Debemos llevarlo a
su hogar lo más rápido posible...
-¿A dónde?-
preguntó Etienne ansioso.
-En Central Park.
¡Debemos darnos prisa! Está muy malherido.
Etienne
asintió con un gesto y puso el coche en marcha, salió del callejón y se dirigió
nuevamente a la
Avenida Flatbush para cruzar el Puente Manhattan. Mientras tanto,
Catherine intentaba hacer lo que podía para evitar que las heridas de Vincent
sangraran tanto, aunque era difícil ya que estaba muy herido. Hizo jirones una
de las mantas para poder vendar las heridas.
Una vez en la
isla, Etienne continuó por la Avenida Lafayette ; después tomó por la calle 8
Este, hasta Broadway. Llegaron a Central Park por la Quinta Avenida ,
brillante de luces aún, luego Catherine le indicó que camino a seguir. Que
entrase al parque por la parte sur, después le pidió que detuviese el coche en
Bowling Greens, junto al lago:
-Es aquí. -dijo
ella mientras se bajaba del auto- Tengo que buscar ayuda...
-¿Aquí? ¿Buscar ayuda?
-pregunto Etienne confuso.
-Confía en mí. -dijo
mientras corría hacia el borde del camino hacia la oscuridad- Volveré pronto.
Etienne se quedó
solo.
‘¿Qué haré si viene alguien?’ -pensó.
¡Iba a ser difícil explicarle a la patrulla nocturna que es lo que hacía él con
un Packard de 1939 con el radiador lanzando vapor como un géiser en el medio
del parque a las tres de la madrugada! Lo que es más, ¿Cómo justificar la
presencia de Vincent? Cuando estaba a punto de gritarle la pregunta a
Catherine, vió a lo lejos que ella se introducía en un túnel de drenaje que
estaba a unos quince metros del auto. ‘¿Qué
cuernos va a hacer allí dentro? ¡Perdió el juicio!’ Si se asombró al verla
entrar, mucho más se asombró al verla salir en diez minutos acompañada por un anciano
de unos sesenta años con barba y bigote que se apoyaba en un bastón, seguido
por un hombre casi calvo, pero más joven. Vestían unas ropas que a Etienne le
parecieron propias de los vikingos del siglo IX o algo así; se bajó del auto
para ver mejor, pensó si no estaría soñando. Cuando llegaron hasta donde él
estaba, Catherine dijo, señalando al hombre del bastón:
-Etienne, éste es
el padre de Vincent, es médico y puede curarlo, necesitamos llevarlo abajo...
-¿Abajo?- dijo él
enarcando las cejas, cada vez más confuso.
-¡No hay tiempo
para explicarlo! –exclamó Catherine fuera de sí, con urgencia- Es necesario que te pida que hagas un
juramento, es necesario que nunca divulgues nada de lo que vas a ver, la
seguridad de Vincent y la de muchas personas depende de ello... del secreto que
te pido guardes.
-¿Juramento?
Catherine tú… -carraspeó Etienne, pero fue interrumpido por el hombre mayor.
-Muchacho, mi hijo
es alguien muy especial, como habrás visto, y si la gente de aquí -decía Padre
señalando la ciudad- supiese de su existencia, si lo viesen, estaría perdido,
lo más probable es que lo maten. No hay opciones para él aquí arriba. Además su
tiempo se acaba. Creo que un juramento… vale la pena.
-Comprendo. - dijo,
mirando por un momento a Vincent a través de la portezuela abierta del auto. Confianza. Confiar... ¡Oh, que sea lo Dios
quiera, basta de dudas!- No se preocupen, mis labios están sellados. Nunca
diré nada de esto. Por nada del mundo.
-Bien, hijo. -dijo
Padre asintiendo complacido. Luego echó una mirada dura Catherine, que aún así suspiró
aliviada.
-Necesitamos
llevarlo al túnel- dijo Pascal a Etienne, mientras reclinaba el asiento para
sacar a Vincent del auto- ¿Nos ayudas?
-Sí, será un placer.
Padre daba
las indicaciones:
-Bien,
Catherine, tu sostén su cabeza, debemos lograr que se mueva lo menos posible.
Pascal, tómalo por debajo de los hombros. Y tú Etienne, tómalo por las piernas.
Así, perfecto. ¡Démonos prisa!
****
Se
introdujeron en el túnel hasta llegar a una bifurcación donde había una reja
metálica. Padre buscó el mecanismo que
la accionaba y la reja se abrió. Más allá continuaba el túnel, muy oscuro,
envuelto en la bruma. Descendieron más y más, hasta que las paredes de concreto
del túnel se transformaron en roca viva, irregular, pero iluminadas aquí y allá
con velas titilantes que daban una calidez especial al lugar. Doblaron a
derecha y a izquierda alternativamente. Etienne estaba desorientado, caminaba
sosteniendo a Vincent sin comprender demasiado a donde iban. Era todo tan
extraño lo que había pasado esa noche. La huída. Vincent. Todo. Escuchaba
ruidos como cuando se golpean varias tuberías a la vez, lo único que podía
reconocer era el rítmico traqueteo del tren subterráneo que en algún momento
pasaba sobre ellos.
-¿Qué es eso?- preguntó.
-¿Qué?- preguntó
Pascal.
-El ruido...
-Es nuestro sistema
de comunicación. Podríamos decir que es telegrafía sin hilos. - contestó
sonriendo- sin hilos y sin telégrafo.
-Pascal es el
‘operador’ oficial de nuestro mundo. -dijo Padre mirando a Etienne, que no
entendía nada- Así podemos comunicarnos, cuidarnos unos a otros mejor, de los
peligros de arriba... y de los de abajo.
-¿Nosotros?
–preguntó Etienne en el colmo de la sorpresa- ¿Hay mas gente?
-Somos un par de
decenas. -comentó Padre- Un pequeño mundo.
‘Un par
de decenas, -pensó Etienne-, ¡esto es
una locura!’.
Pronto
llegaron un pasillo iluminado por decenas de velas apoyadas sobre los tubos
horizontales que estaban amurados a las paredes de la caverna, había allí una
serie de orificios que parecían puertas. Condujeron a Vincent hasta una de
ellas, era una caverna pequeña, pero cómodamente amueblada. Candelabros, lámparas
de aceite, colgantes de luz acristalados pendiendo del techo, la habitación
estaba profusamente iluminada. Una mujer algo mayor aguardaba sentada en un
sillón, con un maletín de cuero sobre la falda. Padre dijo:
-Mary, quita
los cojines de la cama y tráeme el maletín, ve y dile a William que caliente
agua, necesito esterilizar algunos instrumentos. También dile a Ratón que
traiga sábanas limpias y gasa de la despensa. Cuando regreses necesitaré que me
asistas. -la mujer asintió y salió, saludando a Catherine con un gesto-
Pónganlo sobre la cama suavemente.
Etienne y
Pascal acomodaron a Vincent sobre el lecho mientras Padre tomaba el
estetoscopio de su maletín, desabrochaba la camisa rasgada de Vincent y se
ponía a escuchar, luego le tomó el pulso y dijo a Catherine, irritado:
-Necesito que
permanezcan fuera.
-¿Puedo quedarme?
–solicitó ella.
-No. Por la salud
de Vincent necesito que se queden fuera. Esto ya es bastante. -dijo el viejo
visiblemente molesto- Será mejor que esperen afuera.
Salieron
todos al pasillo, sólo Padre y Mary, que oficiaba de enfermera, permanecieron
en la cámara. Cuando habían pasado dos horas Padre salió:
-Está estable, pero
aún sigue inconsciente. Tiene algunos golpes y contusiones, desinfectamos todas
las heridas, pero... creo que sobrevivirá. Debemos dejarlo descansar y ver como
reacciona... Las próximas horas son cruciales. ¡Quiera Dios que recupere el conocimiento!
-Pero, está bien
¿verdad? -preguntó ansiosamente Catherine.
-Eso sólo lo
sabremos cuando despierte.
*****
Vincent abrió
los ojos. Lentamente su visión se fue aclarando. Veía a Catherine que estaba
sentada al borde de la cama, sosteniéndole las manos. Le sonreía con ternura.
-Catherine…
-¿Cómo estás?
-Dolorido... -trató
de incorporarse dando un pequeño gruñido, pero ella lo obligó a volver a
acostarse suavemente.
-¿A dónde crees que
vas?, aún estás débil. Debes descansar.- ella le acariciaba el rostro.
-¿Cuánto tiempo
hace que estoy aquí?
-Desde las tres de
la mañana. Ya son las siete y media. Etienne y yo te trajimos.
-¿Él esta aquí?-
pregunto sorprendido.
-En la biblioteca,
con Padre y Pascal, conociendo a los otros, intentando calmarse con una taza de
té. -ella se sonrió- Parece que acaba de
aterrizar en Marte, está muy sorprendido.
-Se portó
valientemente esta noche. –dijo Vincent apoyando su cabeza en las almohadas.
-Sí, creo que es
una veta de él que no conocíamos. Su valor nos salvó la vida a ambos. Nunca
imaginé que fuese capaz de esto. Si no fuera por él, nunca habríamos llegado
aquí tan pronto.
-Logró vencer su
miedo gracias a ti. Estoy orgulloso. Parecía un ser tan frágil, y después de
todo...
-Gracias a ambos. -dijo
ella señalándolo.
-Es un espíritu...
solitario. Como yo.- dijo mientras acariciaba las pequeñas manos de Catherine.
-Ya no más,
Vincent. Ya no más... descubrió que podía ser alguien en el mundo, que no
estaba solo. Es lo mejor que pudo haberle pasado, conocerte, tu mundo.- dijo ella dulcemente.
Él la miraba directamente
a los ojos, bebiéndose sus facciones. Después dijo:
-Catherine,
mientras estaba inconsciente soñé algo... -hizo una pausa- extraño...
-Dime...
Parecía renuente a
hablar:
-Me parece que vas
a reírte si te lo cuento. -dijo inocentemente. Ella lo miraba con la curiosidad
pintada en el rostro.
-No, dime por favor.
-él todavía no despegaba los labios- ¡No seas tonto y cuéntame! -se rió ella.
Vincent soltó un corto suspiro:
-Soñé... soñé que
estaba en una catedral, una catedral gótica, con maravillosos vitrales. Creo
que mi mente imaginó que estaba en San Patricio o en San Juan el Divino, aunque
nunca entré en ninguna de esas iglesias. Estaba llena de gente, y nadie se
fijaba en mí. También pude ver a la gente de aquí, a Padre, a Mary, a los otros-
los ojos le brillaban, cristalinos-
todos con traje de fiesta, como cuando es el Festival de Invierno.
Juraría que en la primera banca estaba Eliott Burch, sonriéndome. -Catherine
escuchaba atentamente, sin perder palabra.
-Me encontraba
junto al altar, esperando. De pronto, el órgano empezó a sonar a pleno y las
puertas se abrieron y tú... -Catherine le puso los dedos sobre los labios.
-No sigas... - le
dijo en voz baja, mientras una lágrima rodaba por su mejilla- ...sería
maravilloso, pero... Vincent, no necesito justificar lo que siento por ti con
una ceremonia. No hay ceremonia, ni religión que justifique lo que yo siento
por ti... te amo tanto, tanto que podría abandonar todo lo que significa algo
para mí... -ahora lloraba abiertamente- Tengo la esperanza de poder terminar
mis días junto a ti... de otro modo no sabría vivir. Tengo la esperanza de
algún día...
-Algún día,
Catherine, algún día… -Vincent la abrazó, poniendo el mentón sobre su cabello,
besándoselo, él también sentía ganas de llorar. Sus ojos estaban húmedos-Ya
llegará el momento. Las cosas no podrán seguir así todo el tiempo. Tenemos aún
tanto por compartir, tantas cosas que ver juntos.
-¿Llegará ese día?-
preguntó Cathy anhelante.
-Mi corazón es
tuyo. Por siempre... y para siempre. Dondequiera que estés yo estaré contigo.
Siempre.
*****
Epílogo:
Ciertamente fue el fin de la soledad de Etienne. Bajó una y otra vez sin
poder dejar de maravillarse. El mundo de Abajo se convirtió en parte de él. Le
fascinaba sobre todo Vincent, no por su aspecto único, sino por su
inteligencia, su cultura, sus maneras afables para con todos, pero más su
extraordinaria humanidad. Recordó las palabras de Sófocles, que decían: ‘Monstruoso es mucho, pero nada es más monstruoso
que el hombre’. Comprendió lo mucho que esto significaba, y que a veces el
hombre era el peor enemigo de sí mismo.
Al mes de
haber conocido a Vincent y a Catherine lo nombraron ‘Ayudante’, con la misión
de enseñar música a los niños. Y se tomó su misión muy en serio. Bajaba tres
veces por semana a dar las clases de teoría y solfeo, pero lo que más le
gustaba era escuchar a esos niños talentosos y apasionados ejecutando una
música grande y conmovedora con sus pequeños dedos. Por supuesto, la ‘presentación en la sociedad subterránea’
consistió en un concierto de piano, en el que pudo lucir sus habilidades a
gusto. Todos los asistentes (y eran muchos) pidieron los ‘bises’, que al final,
duplicaron el tiempo del concierto: Catherine quiso oír la ‘Polonesa Heróica’
de Chopin, Vincent ‘Rève d’Amour’ de Liszt, Padre algunos de los preludios y
fugas del ‘Clave Bien Temperado’ de Bach; y así siguió la lista. Todos
sugirieron algo, hasta Ratón, que se despachó con: ‘¿Qué tal una de Electric Light Orchestra?’
El pobre Etienne
terminó su día exhausto... pero feliz.
Con respecto
al juicio, lo ganaron por unanimidad. Catherine demostró que era digna de la
confianza de Joe y del Jefe Moreno. Pero por sobre todo de la confianza de
Vincent. Etienne enterró sus miedos y se mostró contundente. No vaciló ni un
momento al contestar al juez, a la audiencia. De Fiore y los suyos fueron
condenados a cadena perpetua. Se descubrió que había extorsionado y asesinado a
tantos que fue imposible eludir la condena máxima. Al poco tiempo cayó
también el fiscal Richardson, cómplice de sus trapacerías. De nada le sirvió
excusarse en sus fueros... su condena también fue larga.
Al escribir este
relato no pretendo vulnerar los derechos de los autores (Koslow, Thomas,
Jungler Witt) ni los de ‘Republic Pictures’. Espero no haberme equivocado... Y
como dijo Shakespeare en el prólogo de “Romeo y Julieta”: ‘Supliréis con
vuestra imaginación lo que falte de la obra...’
Pablo
Giovine.
© "Un Espíritu
Solitario" ha sido escrita por Pablo
A. Giovine . Cualquier uso, duplicado, copia, publicaciones etc. deben ser hechos
bajo el consentimiento del autor. Gracias.
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